martes, 10 de julio de 2007

Mucho dinero para un docente argentino.

¡Veintisiete mil euros!

Guardado en: Artículos 2007, Artículos en La Opinión — 7 Julio 2007 @ 6:00

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Los motivos por los que las personas eligen ser docentes es un asunto de extraordinaria importancia. ¿Por qué caminos se llega a la profesión de la enseñanza? Me refiero a todo tipo de profesores, desde los de Educación Infantil a los de Universidad. Ya sé que los maestros tienen que elegir desde el principio de forma deliberada y preferente, salvo los que llegan de rebote a los estudios de magisterio por tener una nota de corte excesivamente baja. Sin embargo un matemático, un químico, un literato, un geógrafo, un químico, un biólogo, un filólogo… pueden ser que tuvieran en mente, al elegir la carrera, dedicarse a la enseñanza. ¿Por qué se hacen después profesores? ¿Porque no encuentran otra forma de trabajo? ¿Por que decididamente quieren serlo?

No es bueno que se extienda por un país la tesis de que quien no vale para otra cosa vale para la enseñanza. Lo decía Bernard Shaw con sarcasmo: “El que sabe, hace; el que no sabe, enseña”. La feminización de la profesión docente tiene también especiales connotaciones sociales en las que ahora no quiero entrar.
Bien es cierto que tal y como está el mundo laboral hoy es más importante amar lo que se hace que hacer lo que se ama. Porque no siempre se puede hacer lo que realmente se quiere. Puede ser que no haya posibilidad de ejercer la profesión que se deseaba, pero hay que desempeñar con interés y compromiso la profesión que se ejerce.
He visto con asombro y con mucha pena un cartel de una Academia de preparación de Oposiciones (no citaré su nombre) en el que aparece, como el más importante reclamo para captar clientes, la cifra que figura en el título de este artículo. ¿Tú quieres ser profesor?, preguntan los anunciantes. Y, a continuación, el anzuelo más eficaz: 27.000 euros anuales. Para una persona que está en el paro, no está nada mal. Sobre todo si se piensa que se trata de un sueldo vitalicio.
Sólo faltaba que hubieran añadido: disfrutarás de largas vacaciones y de festivos y puentes abundantes, trabajarás pocas horas, no tendrás que esforzarte mucho, y nadie te pedirá responsabilidades por el fracaso de tus alumnos cuando éste se produzca. ¡Qué chollo!
A mí me parece absolutamente necesario que los profesores estén bien pagados. Diré más. No creo que ahora lo estén para la tarea que realizan (o que deberían realizar). Fue muy triste aquel fidedigno dicho: “Pasar más hambre que un maestro de escuela”.
Conozco muchos países que tratan a sus profesores de una manera mucho más cruel. Pienso, por ejemplo, en Argentina, país en el que hay muchos “profesores-taxi”. Así se llama a los que van de una escuela a otra para completar un salario miserable. Trabajan más horas, muchas más que los docentes españoles (¡algunos, más de 50 horas lectivas a la semana!), cobran mucho menos, tienen más alumnos y padecen unas condiciones paupérrimas… Ya sé que esto no le sirve a nadie de consuelo, pero no debe olvidarse.
Si quienes acuden a la profesión lo hacen movidos por este principal (no digo único) motivo, no me extraña que aparezcan luego en las escuelas profesionales que sólo busquen el mero cumplimiento (cumplo y miento, dice sagazmente el profesor Miguel Fernández Pérez) de las obligaciones, que tiendan a la ley del mínimo esfuerzo y a los que no se les pueda pedir ni un minuto extra no remunerado.
De estos planteamientos economicistas viene aquella vieja leyenda: los profesores dicen que para lo que les pagan bastante hacen y la Administración que para lo que hacen bastante les paga.
¿Cómo va a decir una persona que ha accedido al funcionariado movido por estos estímulos que es un educador comprometido con las necesidades de sus alumnos y alumnas? Más bien dirá que es un enseñante de su materia y nada más. Que a él le enseñaron esa disciplina que ahora tiene que transmitir y que todo lo demás son tonterías o, si son cosas importantes, a él no le incumben. Me lo decía, con aire displicente, un colega: “Mira, a mí no me pagan por pensar, me pagan por dar clase”.
¿Cuáles son los motivos que nos llevan a la docencia? Si yo tuviera que confeccionar un cartel invitando a los licenciados de las diversas áreas a ser docentes, utilizaría otros argumentos. Diría lo que se gana, sí. Porque en esta profesión se ha tenido cierto pudor en reivindicar un buen salario. Se decía que los maestros tenía vocación, pero no se recordaba que también tenían “bocación”. Diría que van a dedicarse a una tarea decisiva para las individuos y para la sociedad. Decía Herbert Wells: “La historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe”. El pedagogo francés Merieu tituló uno de sus libros de forma lapidaria: “Educación o guerra civil”.
Les diría a los futuros docentes, con palabras de Rubem Alves: “Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestras palabras. Por eso el profesor nunca muere…”.
Les hablaría de la felicidad de enseñar, de la inmensa satisfacción de ayudar a otros a huir de la ignorancia, a descubrir la verdad, a amar el conocimiento, a pensar con rigor, a no dejarse engañar… Les hablaría de la especial importancia que tiene enseñar solidaridad y respeto y justicia y compasión…
Les diría que es ésta es una profesión que se ejercita en equipo y que de todos los compañeros se puede aprender y que de todos se puede recibir ayuda. Les diría, eso sí, que se trata de una tarea difícil esforzaba, paciente y concienzuda. Nada fácil. Les hablaría de las dificultades porque no deben ser ingenuos, pero les diría que las dificultades espolean a los buenos profesionales.
Les diría, recordando a Emilio Lledó, que “enseñar no es sólo una forma de ganarse la vida, es sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros”. Si yo tuviera que hacer un cartel invitando a prepararse para la profesión docente pondría lo de los veintisiete mil euros en una esquina, pero en el centro pondría palabras como pasión, compromiso, optimismo, responsabilidad, colaboración, esfuerzo, coherencia, sabiduría, humildad, alegría y amor.

2 comentarios:

Eduardo Lina dijo...

¡Ah, Walter! ¡Cuánta verdad, y aplicada también (¿y porqué no? si parece que no puede ser de otra manera) también a Israel. Gracias por compartir este artículo.
Saludos desde Holon, Israel.
Eduardo

Jesus Alberto Garzón Romero dijo...

Elocuente, y más claro no puede ser el compromiso. Una urgente realidad, en toda América Latina, reclama la profesionalidad del maestro.